A Mario

A veces quisiera sacarte la costilla que me debes desde el génesis cuando abrí mi hocico de hembra herida y te acuchille en las sienes. Ser buena o no para las epístolas no va al caso mientras mastico la granola disuelta en yogurt para llenar el espacio que hay en mis intestinos, quisiera que también se llene el espacio que le he regalado a mi circulación; seguro los hematíes hacen orgías porque deben reproducirse a falta de tantos niños que he expulsado de mis muñecas de trapo.
Pensaba encontrarte en esta pantallita de colores tan huérfanos, pensaba hallarte en la cuchara que a fuerzas se lleva mi mano a la boca. Hasta abrazarte las islas que habitan en tus pasos, porque eres solo como el sol que viene cuando todos andan de bellos durmientes, o cuando la gorda se pone amasar el pan, que en dos horas estará descompuesto en nuestro estómago, con cafeína incluida.
Mira yo no sé esa desesperación de morderme las manos y buscar arañas de siete patas entre las arterias. O lo que hice hoy después de hipertrofiar las glándulas lagrimales en casa de mi abuela que pende en una silla donde sólo un miembro besa el suelo, o usa zapatos. Contar eso de siempre, de las nostalgias, de mi mamá, y llovía desde la nube-córnea hasta el suelo-mentón, a veces algunas gotas caían rebeldes entre mis pechos, deambulaban por mi ombligo y se morían, o las mataba con pañuelos. Luego salí del cuarto trasero del negocio de mis tías y salí al portal, fui directo a las farmacias a buscar fenobarbital, después me cansé de preguntar y no conseguir esa muerte en comprimidos, que opté por seguir llenando de nicotina el cáncer que me espera un día al virar la esquina de mi casa.
Y llegas, y ya no te extraño, y no me dejas ir a esconderme debajo de las sábanas, antes de matarme, pero ya me dio pereza, subí un estilete del market de abajo, fue graciosa la manera de esconderla en mi cuerpo en la mitad de mis senos para que sigan viendo la máscara mientras subía a la casa y pretendía estar hambrienta.
He dejado la mitad del vaso de granola y su disolvente lactoso, ando con los ovarios que mueven sus brazos y gritan, tan cansados están de ver morir a sus amigos adheridos al útero, a mi útero, y yo cansada de ser mujer. Ahora más bien me dio sueño, orgullo, ganas, rabia, y me voy a escribirte desde mi almohada, porque quiero llorar hoy, y dormirme mojada, pues el paraguas se canso de hacerse impermeable a los ojos del mundo.
Quisiera que la almohada entre mis piernas seas tú dormido cual niño, con el poco cabello que te queda, con la locura irrefrenable de morderme el corazón, aunque tema que se repita la historia de mamá y ser yo la del suelo y tú el de las patadas, golpes contra las grietas de las paredes y sus antiguos temblores de cobardía. He descubierto que tengo tanto miedo que me golpeen, y aún así no poder dejar a esa persona, porque mi corazón de vieja pierda la fuerza, los insultos, las huidas.
Hoy supe que mi mamá de tantos golpes y maltratos, una vez hasta se quiso matar, mi tía me dijo, mientras insistía en que no conocía a Dios, y mientras yo pensaba mucho más en las mil formas que hay para suicidarse y no amanecer. Pero hoy, hoy no, no prometo, sólo hoy quiero cobijarme con tus palabras, que son lo único cercano que siente mi piel y dilata mis poros. Me voy a la cama, te escribo de allá, mientras, lee, obsérvame aquí en las líneas, donde simplemente, jamás moriré.

Acá:

Dina

sábado, 17 de mayo de 2008, 0:36:21

1 comentario:

Mario Carvajal dijo...

A veces toma tiempo comprenderte, la anestesia, el tiempo, las silabas pronunciadas en este mundo que regresan una y otra vez nos distraen demasiado. A veces toma tiempo comprenderme, capturar una esencia que simplemente no existe, que se ha ido, abandonado el territorio de los pasos y los suenos. A veces solo queda el recuerdo que persiste y golpea tus orejas y te llena de nidos. Aqui.